LA FERIA DE LA ASUNCIÓN DE LA CIUDAD DE GUATEMALA DE 1916

Doña Francisca Aparicio Mérida de Barrios (1858-1943) esposa del presidente de la república de Guatemala, general don Justo Rufino Barrios Auyón (1873-1885) acompañada por una dama de vestido y tocado blancos, en los momentos en que ambas llegaban al Hipódromo de la ciudad de Guatemala a presenciar las carreras de caballos 

Por Luis Alfonso Felipe Rodrigo Ortega Aparicio, académico de número de la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos

Introducción

En cuanto a la Feria de Agosto de la ciudad capital de la república de Guatemala he averiguado, respecto de las disposiciones gubernativas que la dotaron de normas para que imperase un orden coercitivo durante sus celebraciones, que el 31 de julio de 1883, el gobierno central de la República, acordó el gasto de $500.00 (quinientos pesos) para los preparativos de la celebración de la feria del mes de agosto de aquel año.

El 3 de agosto de ese mismo año, aquel Poder del Estado, dispuso derogar el acuerdo gubernativo del 1 de junio del año de marras, relativo a los premios que estableció para las carreras de caballos, a efectuarse en esa feria, pero el 11 de agosto de 1883, emitió otra disposición para restablecer los premios consabidos, la cual también determinó que tales premios debían adjudicarse, después de realizadas las carreras de los días 13, 14 y 15 de agosto de 1883.

El Poder Ejecutivo de la república de Guatemala volvió a sancionar otra disposición gubernativa, mediante la cual es posible saber en dónde se llevaban a cabo las carreras de caballos de la Feria de Agosto.

La misma tiene la fecha del 29 de julio de 1884, y mediante su texto es posible saber que tal Poder del Estado señaló $2,000.00 (dos mil pesos) para los premios destinados a galardonar a los jinetes que ganaran las carreras de caballos «en el campo del Hipódromo», el cual es posible observarlo al fondo de la foto de la lámina adjunta.

Al fondo de esta lámina es posible mirar la barda blanca que delimitaba al campo del Hipódromo, e incluso a unos caballos corriendo, y a sus jinetes, la cual fue extraída del Libro Azul del año de 1915

Este gasto, junto a otros más, con el decurso del tiempo, aumentó considerablemente, ya que el 30 de julio de 1885, día en que ya gobernaba a Guatemala, como presidente interino de la República, el general don Manuel Lisandro Barillas Bercián, quien la gobernó desde ese año hasta el de 1892, el gobierno central emitió un acuerdo gubernativo para autorizar el gasto de $10,000.00 (diez mil pesos) para invertirlos en los premios destinados a las carreras de caballos, y para cubrir los demás gastos de la Feria de la Asunción.

Acompaño una foto de la primera dama de Guatemala, doña Francisca Aparicio Mérida de Barrios (1858-1943) en la que se la observa llegando a las carreras de caballos del Hipódromo de la ciudad de Guatemala, en alguno de los años que comprendió el ejercicio de la presidencia de la República por su marido el general don Justo Rufino Barrios Auyón, siendo estos los que comprenden desde el año de 1873 al de 1885.

San José Pinula, departamento de Guatemala, lunes 1 de enero de 2024

.

Luis Alfonso Ortega Aparicio

El Autor

LA FERIA AGOSTIZA DE 1916

La estación de las  lluvias ya se había establecido francamente cuando sucedieron los eventos de la Feria de Jocotenango de ese año, lo que provocó daños en las calles y avenidas de la ciudad capital de la república de Guatemala, especialmente por las lluvias torrenciales que se manifestaron en los últimos días de la semana que comprendió del domingo 6 al domingo 13 de agosto de 1916.

El martes 15 de agosto de 1916 el bullicio en Jocotenango fue completo, gracias al buen tiempo que quedó percibido ese día, no obstante el estado deplorable del piso de las calles, resultado del mal tiempo sufrido.

En Jocotenango estaba situada la casa de Bendfeldt, especialmente sobre la Avenida del Hipódromo, número 32 (hoy Avenida Simeón Cañas de la zona 2 de aquella ciudad) propiedad en la que falleció Héctor Bendfeldt Vassaux, de 52 años de edad, soltero, oriundo y vecino de la ciudad de Guatemala, fundidor, hijo de Hernan Nicolás Bendfeldt y de Clara Vassaux Brouet, el 24 de febrero de 1902, y en la que en el año de 1915 existía un despacho de ingeniería civil, en el que hacía medidas, planos y presupuestos en general, el ingeniero Carlos Bendfeldt Vassaux,  casa que, en el año siguiente, colindaba con un solar amplio, posicionado al norte de la misma, en el que, y para la feria de 1916, instalaron el «Gran Carrousel» y la «Ola Giratoria», juegos mecánicos destinados a la diversión de los residentes de la ciudad capital, y de la multitud de foráneos que, desde partes distintas de la República, llegaron a la feria.

Para dar una mayor oportunidad de distracción y entrenamiento al público, don Francisco Reyes, cerca del Parque «Estrada Cabrera» (hoy Parque Morazán) cuyas fotos acompaño, acomodó otra «Ola Giratoria» de su propiedad.

Vista panorámica del Parque “Estrada Cabrera” (hoy Parque Morazán) publicada en el Libro Azul del año de 1915

Un detalle del Parque “Estrada Cabrera”, en el que es posible observar el arco que identifica al parque, obtenido del Libro Azul del año de 1915

Las cantinas de primer orden, infaltables para una ocasión tan espectacular como esta, sucedida en el año de 1916, fueron colocadas y aperturadas, exprofeso, en la Avenida del Hipódromo, sin que estuviesen ausentes los salones de ruletas, y cerca de las aceras laterales, los juegos de azar, etc.

Durante las tardes y las noches de la feria, la afluencia de los caballeros en los salones fue extraordinaria, lugares en los que las ejecuciones artísticas de las orquestas y de las marimbas se dejaron escuchar, gracias a la atención que en el público despertaron sus notas musicales alegres.

Las ruletas fueron la causa de la reunión de pobres y ricos, todos deseosos de probar suerte, ya que la iluminación nocturna se mostró profusa, y las rondas de la Policía muy activas, lo que permitió que las riñas estuviesen escasas y los «curdos» (borrachos) abundantes.

A inmediaciones de la Comandancia local, los miembros de las etnias indígenas de Momostenango colocaron sus ventas de ropa de lana, y al oriente del Parque «Estrada Cabrera» se hallaban las ventas de los «rosarios de rapaduritas», de frutas y de dulces.

No solo el área de Jocotenango (pueblo antiguo del departamento de Guatemala, y hoy una de las zonas céntricas de su ciudad capital) estaba repleta de vendedores y de proveedores de diversión, ya que centenares de indios de pueblos distintos de la República llevaron a aquel núcleo urbano diversidad de ventas, pero no a Jocotenango, pues no quisieron ir allí, sino a la 6ª calle oriente, específicamente a un costado del Palacio Arzobispal, ya que prefirieron los puestos de ventas gratuitos de aquel lugar.

En ese espacio abierto vendieron al público: guitarras, «jícaras» (obtenidas de la cáscara del jícaro, y que eran empleadas para bebidas calientes como el chocolate) trastos de barro, «petaquillas» (cestos o canastas rústicas, empleadas para llevar la compra hecha en los mercados) guacales labrados (lo que implicó la utilización, en su hechura, de las cáscaras esféricas y fuertes de algunos frutos, partidos en sus centros) pitos de Patzún, camuesas (fruto del camueso) de Totonicapán, «pepita» (pepitoria) de Amatitlán, nueces, pan, manzanas, toronjas, etc.

En los llanos, cercanos a «El Bosque», los periodistas que, en conjunto, fueron los autores de esta crónica de la Feria de la Asunción de 1916, tuvieron la oportunidad de observar algunas partidas de ganado lanar y caballar, respecto de las cuales ellos recibieron informes de que se cerraron buenas negociaciones.

El Bosque era un lugar de tránsito y de paseo públicos, cercano al barranco que existe en la hoy zona 2 de la ciudad de Guatemala, colindante con la Avenida Simeón Cañas, y con la Universidad Mariano Gálvez, la iglesia de Santa Delfina de Signé y la Cervecería Centroamericana.

Me es factible asegurar lo anterior, mediante esta narración: «Lleno, pues, de dudas y zozobras, me dirigí a dar un paseo por El Bosque, que ya era (el Jueves Santo 2 de abril de 1885) un precioso lugar de recreo, para hacer tiempo y volver a donde Barrundia, (general don Martín Barrundia Flores, ministro de la Guerra) pues se esperaba de momento a momento alguna nueva. (…) Llegué al Bosque con el espíritu contristado y lo encontré desierto y solitario, a propósito para confiar al silencio de sus veredas la tribulación que me atormentaba. Allí pasé una hora larga, sentado a la orilla de un barranco, escuchando los gemidos de un siguacamonte que desde el fondo parecía responder con sus fúnebres notas a las tristezas de mi alma. Pasadas las 9 (de la noche) volví donde Barrundia. (…)». (Francisco Lainfiesta Torres (1837-1912) Mis memorias –Ciudad de Guatemala: Serviprensa Centroamericana, edición primera del año de 1980, publicación especial núm. 21 de la Academia de Geografía Historia de Guatemala–, p. 324)

Retorno al contenido de la crónica para terminar de exponerla, y sé, por medio de ella, que por razón de la Feria de la Asunción del año de 1916, la Plaza de Armas de la ciudad de Guatemala era el punto en donde el público, para conducirse a ella, tomaba pasajes en automóviles, carruajes de puntos (carruajes taxis que estaban estacionados en puntos determinados para prestar el servicio de transporte) y en carros del Ferrocarril Urbano.

Los periodistas aludidos denunciaron que los conductores de carricoches, como siempre, abusaron del público usuario en esos días de la feria, e informaron que algunas familias, provenientes de los departamentos (interior de la República) vinieron a las fiestas de la feria, no obstante lo copioso de las lluvias, reportadas en la semana anterior.

Vista panorámica, quizás del inicio de la Avenida del Hipódromo, después de concluido el espacio en donde está el Parque Morazán, ya que al final de la misma estaba el Templo de Minerva, que no se ve aquí

Respecto de los paseos y de las carreras de caballos de la Feria de Agosto de 1916, hasta en la correspondencia particular existen testimonios que las mencionan, así como también en lo referente al temporal que sufrió la ciudad de Guatemala la semana anterior a los días de la feria.

La autora de esa correspondencia es doña Francisca Mérida de Aparicio (1838-1916). Dató su carta en su casa de habitación, sita en la 8ª calle poniente número 13 del núcleo urbano consabido, hoy esquina opuesta a la del Archivo General de Centro América, el 15 de agosto de 1916, día en que hubo carreras de caballos, ya que en la misma cita a dichas carreras, y a su nuera, que estaba con ella, viviendo en esa casa de habitación, Mrs. Josephine Best Dickson, como una de las asistentes a ese evento, mencionándola en la epístola como Josefina, ya que no atendía al origen bostoniano de ella, quizás desde que entró en su familia al contraer matrimonio en Buffalo, New York, el 14 de septiembre de 1899, con su hijo don José Antonio Aparicio Mérida (1872-1951) de quienes acompaño una foto, en la que se les observa con la unigénita de ambos, aún muy niña.

Don José Antonio Aparicio Mérida, su hija y su mujer 

He aquí las partes conducentes de la misiva de mi tatarabuela mencionada, la cual está dirigida a mi bisabuelo materno paterno don Eduardo Roberto Aparicio Mérida (1881-1954) quien se encontraba en New York con su mujer doña Julia Aparicio Rivera de Aparicio (1886-1938) y con su hijo primogénito don Edgar Juan Aparicio y Aparicio (1910-1982) después V marqués de Vistabella:

«Guatemala Agosto 15/916 / Queridísimo hijo Eduardo: / Por el correo pasado te escribí, / y ahora lo vuelvo á hacer para que sepas / como estamos (…) Aqui ha llovido como temporal hasta / en estos dias de feria ha calmado la llu- / via y estan todos paseando y divirtien- / dose en grande; de aquí fueron hoy / á las carreras Josefina con las criaturitas».

¿Quiénes eran?

La unigénita de la Mrs. Dickson de Aparicio, llamada doña Francisca (Frances) Aparicio Dickson, nacida en el año de 1900, y luego esposa de don Alberto Urrutia Vasconcelos, y quizás las primas hermanas de la jovencilla, llamadas doña Consuelo Rodríguez Aparicio, alumbrada en el año de 1909, más adelante mujer de don Francisco Rivera, y la señorita doña Elvira Rodríguez Aparicio, venida al mundo en el año de 1911, pues la madre de ambas, doña Elvira Aparicio Mérida de Rodríguez Parra (1879-1970) se encontraba en la ciudad capital de Guatemala ese día 15 de agosto de 1916.